Cuando el fraude sale a la luz.
La empresa e imperio de alimentación italiana llamada Parmalat llegó a su apogeo en el año 2000, gracias a las gestiones realizadas por su fundador Calisto Tanzi y a las subvenciones otorgadas por la Unión Europea. En aquel entonces, era considerada una de las empresas más atractivas para invertir dentro del mundo bursátil. Sin embargo, tres años después, Tanzi debió revertir una serie de bonos emitidos por el Gerente de Finanzas, dejando al descubierto un déficit de 16.000 millones de euros en la empresa. Con ello, se perdió la confianza en la transparencia y la corrección de las cuentas. Más tarde se supo que además, la compañía había escondido sistemáticamente sus pérdidas en una red de cuentas bancarias en el Caribe y Sudamérica, utilizando como principales mecanismos el control de la correspondencia de los auditores y la falsificación de documentos. Esta manipulación de la situación financiera de la empresa se desarrolló por más de 15 años. Para la concreción de un fraude de estas características, se utilizaron sofisticados mecanismos financieros que permitieron malversar fondos de la compañía y destinarlos a las cuentas de la familia Tanzi. Entre ellos destaca el uso intensivo de derivados y sociedades fantasma para falsear la contabilidad, y complejas estructuras que en términos formales cumplían con la regulación del mercado. En todo este proceso, además de los dueños de la empresa, intervinieron otros administradores de Parmalat, bufetes de abogados, bancos de inversión, expertos contables y financieros.
AA.VV (2019). Dilemas Éticos para la Economía y los Negocios. Facultad de Economía y Negocios, Universidad de Chile. Ediciones Centro de Enseñanza y Aprendizaje. Santiago. ISBN 978-956-19-1152-9